Conde º

Primero llegás instintivamente, después, ahora, por una fuerza invisible, magnética. Somos polos opuestos, justamente opuestos.

Son los colmillos desgastados de mentiras que se arremeten entre nosotros. Lastimosos que forcejean con una mecha de mi carne, pero no logran arrancarle los tendones, porque ellos vibran mientras siga caminando.
Con ojos rojos y cataratas mirás sin mirar la cápsula acrílica de la nave galáctica que me protege. Enfocás el esqueleto, roer huesos, grasa para escupir. Rojo tiene que ser, nunca blanco para ti.
Abrís tus orejas puntiagudas como faros de espejo refractor: con cada grito de auxilio brillás más, girás 180º, y tu fijeza continúa siendo la misma: matar el aliento que consumo al parpadear. Me sofocás.
Muñequita de puntilla beige y pantuflas de piel de conejo. También es una muñequita que vocifera insultos degradantes y perspicaces para envenenar tu sangre.
Una mezcla de sulfato y amoníaco para que viva en tu interior, que fluya y se deslice hacia todos tus órganos. Corazón bombeando pócima. Despegás olores descompuestos en los rincones de tu féretro. Y vos nada, te parece que todo es normal…
La capa te ajusta el cogote, te estrangula el jabot plisado, oscuro y retinto. Salivás aguas turbias de todos los inodoros de tu ciudad, del país, del continente. Y apestás, y todo te parece tan normal...
La sotana hilada con oro se arrastra por el piso, se enreda con el pedregullo, esconde tus pies descalzos con dedos palmípedos, juanetes reventando estrías, ampollas descubiertas con carne y suero. Pero sin embargo todo es normal… no ves que los pies no siempre andan por el mejor camino!?
De tu cabeza caen pedazos de piel resquebrajada, cáscaras coaguladas de las gilettes que se pasean en tus hemisferios derecho e izquierdo. Eso va a cambio de tu resucitación, consecuencia de vida. Arruinaste y asesinaste a los que cruzaron el puente levadizo para conocerte de frente. Los que arriesgaron, los que nos expusimos a tus torturas. Dolor perpetuo, filo psíquico, ganglios perforados. Por suerte, muertos al fin.
Llevás la cuenta de las costillas rotas, los golpes por caídas craneales, las succiones etílicas, y las babosas. Te enorgullecés del Total.
Un merecido natural te recae, la sumatoria de los pasos que diste. Pero a vos igual todo te parece normal…

Esparcido por la médula, impregnado al fósil, había veneno de la muñequita idiota. Te morís burbujeante, atómico.
Te mando un saludo desde la tumba de al lado.